Contra Sócrates



El retrato más famoso que la posteridad ha recibido de Sócrates (en términos literarios, por supuesto), es el que nos ha legado Platón. Gracias a él, vemos a Sócrates como una especie de semidios de la sabiduría, llegado hasta nosotros los pobres mortales para iluminar nuestras pequeñas mentes. Esto es, por supuesto, pura propaganda: después de todo, Platón había sido discípulo de Sócrates, y al alabar la sabiduría de su maestro, indirectamente Platón alababa la suya propia ("miren que buen maestro tuve, ¿eh?").

Menos conocido es el hecho de que hay retratos literarios harto menos amables. Jenofonte, por ejemplo, aparte de su obra más famosa, la histórica "Anábasis", escribió un tratadito sobre actividad campestre, en donde Sócrates aparece como un amable interlocutor, sin rasgos especialmente negativos, pero tampoco como un superhombre ni un semidios. Jenofonte había sido también discípulo de Sócrates, pero evidentemente pesaba en él más el historiador objetivo que el filósofo megalomaníaco.

Pero la palma se la lleva Aristófanes, el atrevido comediante ateniense. Contemporáneo de Sócrates, le dedicó una de las once comedias que se conservan de él, "Las nubes". En ella presenta un retrato simplemente demoledor. En la obra, el rústico Estrepsíades contrae matrimonio con una mujer de ciudad, con la que concibe un hijo. El hijo sale a la madre, derrocha el patrimonio del padre, y éste se llena de deudas. Afligido, busca a Sócrates para que éste le enseñe como ser "un morral de engaños, al que nunca faltan palabras, que se burla de los procesos, que hace trizas las leyes, un taravilla, un coyote, todo lleno de arterías, escurridizo cual anguila, voluble, fácil de huir, resbaladizo"... El problema es que el hijo sale mejor alumno de Sócrates que el padre, y al tiempo que éste huye de los acreedores, recibe una feroz paliza de su propio hijo, que para colmo argumenta, usando los mismos argumentos de Sócrates, que dicha paliza es muy justa...




A continuación, algunas perlas que Aristófanes pone en boca de Sócrates:


- "¿Por qué me llamas, efímero mortal?" (Sócrates presentándose en plan "yo, el modesto").
- "Nunca pudiera ver yo con claridad las cosas celestiales, si no elevara mi alma suspendida de arriba y me hallara en una atmósfera semejante a la de los astros" (Sócrates, haciendo de bola hinchada de aire sabio y caliente).
- "¡Son las Nubes, diosas grandes para el inactivo! Ellas dan sabiduría y modo de argumentar, ellas dan mente que capta y una gran facundia, parlería y arte de enredar al contrario y de hacerlo titubear" (vale, ahora sabemos para qué se inventó la filosofía).
- "Es que cuando mueven las nalgas, comienza a tronar" (Sócrates refiriéndose a las nubes como agentes de la metereología).
- "Pero también tienes que reconocer que no hay dioses sino los nuestros. El Caos, las Nubes, la Lengua. Sólo esos tres, no hay más" (mi secta, disfrazada de filosofía).


Y mejor no sigo, antes de que algún catedrático de Filosofía del Derecho se sienta demasiado tocado por todo esto.




Extraído de: A

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