Una vida como un libro


Con mucho cariño les comparto este texto en honor y con toda mi admiración a mi querida Elena Poniatowska en su 80 aniversario.

Una vida como un libro
Por: Guadalupe Loaeza
REFORMA -25-Mar-2001-

"Cuéntame tu vida", me dijo un día Elena con su grabadora en la mano. "Pero, no sé por dónde empezar. Es una vida un poco larga", le dije. Yo ya había escrito algo en los 50, se trataba de una vivencia que nada más había durado 15 días. Pero eso sí, vivida con mucha intensidad. Fue una vivencia mística. Entonces cuando Elena me propuso publicarla, me animé y empecé a escribir el libro Nomeolvides. También lo hice porque temía que se me olvidaran las cosas. Que ya no me acordara de todo lo que había vivido, en Francia y en México. Elena me insistió mucho que se publicaran estos testimonios, sobre todo cuando murió mi marido. "Ya murió y tantas cosas que le quise preguntar y nunca le pregunté. Por eso mamá, ahora quiero que tú me cuentes tu vida. Quiero saber de ti. Sería maravilloso que escribieras todas las imágenes que llevas dentro", me dijo Elena.


6a00e551f501008833014e881720b8970d-250wiPero yo seguí sin hacerle caso, pero a raíz de la muerte de mi hijo Jan, el 8 de diciembre de 1968, me volvió a decir "escribe tu vida". Fue en la época en que me dedicaba a la fotografía junto con María y Héctor García. Por cierto, me robaron mi cámara. Bueno, pues finalmente decidí escribir mi libro. Lo hice de una forma ligera y suave porque no quise apoyarme mucho en las tristezas ni en los sufrimientos que padecí. Me dije que iba a contar las cosas sin quejarme mucho, pero incluí un pasaje en el que revelo una terrible angustia.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Jean me comunicó que tenía que venirme a México con mis dos hijas, Elena y Kitzia, porque aquí nos encontraríamos mejor, lejos de las atrocidades de esa conflagración. Por ejemplo, en uno de los pasajes me refiero al pequeño diario de Jean, mi marido, que lleva como título: "Bello ejemplo de valor y de modestia", lo tuve que leer con lupa para poder describir el enorme valor de mi esposo y su distinguida personalidad. La fotografía que sale en la portada del libro me la tomó Edward Weston. Entonces tenía 13 ó 14 años. Aunque siempre he sido muy floja para escribir, a esa edad tenía un diario y contestaba las cartas de amor que me escribían.

Me acuerdo muy bien de las de mi novio francés que me mandaba. Pero siempre que terminaba de leerlas, me decepcionaba porque en lugar de hablarme de las flores o de mis ojos o de mi encanto, en fin, de todas esas cosas, me hablaba de lo que había comido en el restaurante.
Yo creo que lo hacía porque en esa época vivía en Bélgica y como allí se come muy bien, pues por eso se refería a la comida. En una ocasión hasta me escribió a propósito de los caracoles que había comido. A mí nunca me han gustado 28713_393523806726_568246726_4641968_3689526_nlos caracoles. Entonces yo estaba en París y mi novio, en Bruselas. Yo llevaba muchos años por allá. Aunque mis dos padres eran mexicanos, yo nací en Francia. Por la mala situación que se vivía en México, la familia Amor e Iturbe se fueron a vivir a Biarritz. Dejaron las haciendas, pero creo que no les costó mucho trabajo, porque les gustaba mucho Francia.

Después de haberme ido de México a los 18 años, en 1928. O tenía 20, no sé, cuando regresé en los 40 lo encontré muy cambiado, ya no lo reconocía. Pero eso sí, la gente seguía muy simpática. A mí siempre me han gustado mucho los mexicanos. Mis amigos, eran muy alegres y muy sencillos. Pero lo que me llamaba mucho la atención es que ninguno de ellos hablara mucho de política, yo creo que no les interesaba. Entonces, yo les decía: "¿Por qué ninguno de ustedes habla de política? ¿Por qué no hacen algo por su país?". Recuerdo que ellos me decían: "No, no podemos porque la política es sucia". En esos años, yo ya estaba casada. Conocí a mi marido en París, Jean Evermont Poniatowski Sperry (príncipe descendiente del último rey de Polonia) y me casé en 1922.

Cuando regresé a México, en 1941, ya tenía a mis dos hijas, Elena y Kitzia. En esos años México era muy bonito. Aunque no había tanto tráfico como ahora, empezaba a haber un poquito. Me acuerdo que cuando manejaba por Avenida Juárez, ya había muchos coches. Yo siempre he sido muy buena conductora. En la época de la guerra, en la que fui voluntaria de la Cruz Roja, conducía una ambulancia. Me acuerdo que hasta salvé a un burro de un bombardeo terrible. Tuvimos muchas dificultades para meterlo. No sé cómo le hicimos, pero lo logramos. Cuando regresamos a México, creo que fue en la época de Avila Camacho. Ya no me acuerdo. Vinimos por barco. Recuerdo que un día, Elena llegó al camarote y me dijo: "Sabes, mamá, antes había un niño que me gustaba mucho que se llamaba Manuel y yo no lo quería, y ahora cambió la cosa, yo lo quiero, y a él ya no le gusto. ¿Es eso el amor, mamá?". Tenía 10 años. O nueve, más bien nueve. Era la primera vez que ella venía a México. Ella nació en Francia. Por eso no hablaba una sola palabra en español. No sabía ni siquiera decir "mamá" en castellano.


Images-2Yo siempre he sentido mucha admiración por Elena. Pero también, por ella, he sentido miedo. Sobre todo en la época en que escribió La noche de Tlaltelolco. Era una situación muy incierta. Además también estaba muy metido en todo eso mi hijo, Jan, que andaba mucho con los estudiantes, hasta fue a escribir la palabra "asesinos", allá en la Plaza.

Todo lo que cuenta Elena en su libro sucedió. Todo lo que pasó dentro de la Plaza de Tlatelolco y nosotros que circulábamos afuera, no sabíamos qué estaba pasando. Lo supimos después. Fue una cosa tremenda. Pensar en todos aquellos que no podían salir de sus departamentos. Si lo hacían, los ametrallaban.

Luego escribió el libro sobre el temblor de 1985, Nada, nadie. Las voces del temblor. Se pasaba los días entrevistando a los damnificados en los albergues. Fue mucho trabajo y compromiso, así como el que tuvo cuando escribió lo de Tlaltelolco. Pero lo que entonces le daba mucha esperanza a Elena, era la fortaleza y la entereza de los mexicanos. Ella sentía un gran coraje hacia el gobierno. Venía a mi casa y me decía angustiadísima: "¿Cómo es posible que en este país se caigan las maternidades? ¿Cómo es posible que las madres, que están dando a luz, queden bajo los escombros? ¿Cómo es posible que se caigan los hospitales? En Pino Suárez, ahí donde la gente va por todos sus papeles, todo se cayó. Cómo es posible que este país que tiene esta gente tan maravillosa, lo que reciba son edificios chatarra, comida chatarra, varillas que no son de la medida. No sabes, mamá, toda la corrupción que se ha descubierto. Una corrupción asquerosa".

Me contaba que la gente que estaba en las brigadas, que estaba con sus palas y sus cascos, cuando les preguntaba su nombre, éstos contestaban: "Póngale Juan o póngale Pedro, es lo de menos". Esto la conmovía hasta la médula de los huesos.

Images-1Me preocupaba mucho de verla así de angustiada. Después entró en una depresión. Era normal. Cuando se lo dije, me contestó. "Es absurdo hablar de mi depresión después de ver todo lo que le ha sucedido a la gente. Créeme que es muy menor, al lado de la depresión de la gente que ha perdido a sus padres, a sus hijos, a sus hermanos, su casa". A mí que todo se me olvida, me acuerdo muy bien de todo esto. Son cosas que he guardado en el corazón.

Como guardo en mi corazón el día en que se presentó mi libro. Fue en la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles, el 27 de agosto de 1996. Me lo presentaron Carlos Monsiváis, Elena Urrutia, Marie Pierre Colle y Carlos Mendoza. Carlos dijo que mi libro, era un testimonio excéntrico. Tal vez esto lo dijo porque, según él, mi libro, que contiene 82 fotografías, unas que muestran el Palacio Poniatowski en Varsovia, y otras al Rey Estanislao Poniatowski (1732-1798), era como un culto reverencial a mi árbol genealógico.

"Cuando la mayoría de las personas ya no se acuerdan ni de sus bisabuelos", dijo en la presentación. Estoy de acuerdo. Actualmente, nadie se atrevería ni por equivocación llamarme princesa, ¿verdad?

Todo esto fue lo que me contó Paulette Amor de Poniatowska el día que la entrevisté a propósito de la publicación de su libro Nomeolvides.

Esa tarde también se encontraba Elena. Saliendo de su casa en Coyoacán, me dije: "No hay duda que su madre es un todo para ella. Es su universo, es su inspiración, es su poesía, es su razón para seguir escribiendo con tanto compromiso; en suma, es su principio, pero sobre todo, su flor más entrañable, su nomeolvides". Descanse en paz Paulette Amor.


Extraído de: http://guadalupeloaeza.typepad.com/abuelas_bien/2012/05/una-vida-como-un-libro-.html

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