¿Es mejor ser amado que temido, o viceversa?





El siguiente texto pertenece a una obra controvertida en su época y que sigue hoy en día suscitando opiniones encontradas. Maquiavelo escribió "El Príncipe" en 1513, aunque no se publicó hasta 1532, cuando su autor ya había fallecido.







[...] Esto nos conduce a una cuestión que está en disputa: ¿Es mejor ser amado que temido, o viceversa? Mi contestación es que uno debería ser amado y temido; pero, puesto que es difícil satisfacer ambas al mismo tiempo, sostengo que es más seguro ser temido que amado, si uno se ve obligado a excluir una de las dos opciones. Pues, un hombre puede, en general, decir esto: ellos son desagradecidos, volubles, falaces y engañosos, eluden el peligro y desean obtener ganancias. En la medida en que uno sirva a sus intereses son fieles. Prometen su sangre, sus posesiones, sus vidas, y sus hijos, como dije antes, en la medida en que uno no parezca necesitar de ellos. Pero, tan pronto uno requiera de ellos se vuelven contra uno.

Cualquier gobernante que confíe simplemente en sus promesas y no tome ninguna precaución será destruido. Pues uno descubrirá que a los que se les ha comprado su favor, no acudirán a apoyarlo porque admiren su fuerza, carácter o nobleza de alma; ellos son personas a las que se les paga, pero nunca serán de uno, y al final no se obtendrá el beneficio de la inversión.

Los hombres temen menos ofender a alguien que se hace querer, que alguien que se hace temer. Ya que el amor ata a los hombres con lazos de obligación, que (en vista de que los hombres son perversos) rompen siempre que sus intereses están en juego. Pero el miedo limita a los hombres porque temen ser castigados, y este miedo nunca los abandona. Empero, un gobernante deberá hacerse temer de tal manera que, si no inspira amor, al menos no provoque aversión. Ya que es perfectamente posible ser temido sin ser odiado. Únicamente se le odiará a uno si se apodera de la propiedad o las mujeres de sus súbditos y ciudadanos. Siempre que mate a alguien, asegúrese de tener una excusa adecuada y una razón obvia; pero, sobre todo, mantenga sus manos fuera de la propiedad de la gente; pues las personas olvidan más rápido la muerte de su padre que la pérdida de su herencia.



Maquiavelo empieza este capítulo de “El príncipe” diciendo que todo príncipe debe aparecer, que es diferente a ser, clemente ante sus súbditos, aunque sin olvidar prevenirse contra los usos torcidos de esta clemencia; en ocasiones, la crueldad del príncipe salva el reino mientras que la clemencia puede fomentar sediciones y desprecio hacia el poder. Por eso afirma Maquiavelo que un exceso de clemencia, a veces, fomenta más sufrimiento para el pueblo y el príncipe que la crueldad desnuda. Por esta razón, cuando se trate de mantener la unidad y lealtad del reino el príncipe no debe preocuparse por ser tachado de cruel, ya que haciendo un buen uso de la crueldad hacia los líderes sediciosos o los que los apoyan evitará una mayor crueldad como son la continuidad de luchas intestinas, desórdenes y rapiña. Los príncipes nuevos, por la debilidad de su posición, no pueden escapar a la fama de crueles si quieren conservar sus reinos.

La crueldad, no obstante, no debe carecer de prudencia. Si el príncipe alimenta temores imaginarios o procede con brutalidad su poder se vuelve intolerable y el mismo príncipe fomenta la rebelión con su conducta inhumana.

Aunque lo deseable es que el príncipe sea amado y temido, que estos dos sentimientos vayan unidos no es fácil. Por esta razón el príncipe debe procurar primero ser amado y temido, porque el temor no se opone al amor sino al desprecio, pero si esto no es posible debe intentar ser antes temido que amado. Esto es así porque los hombres son volubles: si les beneficias te amarán y cuando no necesites nada te lo ofrecerán todo; cuando no puedas beneficiarles y necesites su apoyo, no te conocerán. Porque los hombres son fieles en la abundancia y egoístas en la necesidad. Los hombres son perversos y rompen fácilmente los vínculos de gratitud, sin embargo el miedo al castigo nunca los abandona del todo.

Como ya dije, para Maquiavelo no son lo mismo temor y odio. De hecho, si el príncipe no puede ser amado y temido al mismo tiempo, debe intentar, al menos, ser temido pero no odiado. Se fomenta el odio actuando de manera despótica, ejecutando sin justificación, robando las mujeres ajenas y rapiñando la riqueza de los súbditos. Recordamos que para Maquiavelo el odio es el semillero de rebeliones, por lo que el príncipe para evitarlas debe actuar lo más humanitariamente posible sabiendo, también, mostrar firmeza y crueldad en los momentos precisos y puntuales.

En las operaciones militares, dice Maquiavelo, el príncipe no debe temer la fama de cruel. El miedo a la muerte en la batalla acompaña a la tropa, solo el temor al príncipe puede compensar ese temor y hacerlo fiel.

En definitiva:

“como los hombres aman según su voluntad y temen según la voluntad del príncipe, un príncipe prudente debe apoyarse en lo que es suyo y no en lo que es de otro.” [traducción de Roberto Raschella para la editorial Losada]


Admiro el pensamiento del florentino como crítica del poder político, expone las miserias de los poderosos con una sinceridad clarividente. Algunos han usado la idea “es mejor ser temido que amado” como clave para las relaciones de poder interpersonales como las de jefe-subordinados o profesor-alumnos. A un nivel político los tiranos se han guiado por la máxima maquiavélica, sin embargo, en las relaciones interpersonales cara-a-cara el temor puede ser fácilmente conjurado por la relación humana directa. El jefe “cruel” no es un príncipe, es cercano a nosotros y conocemos sus faltas; en una empresa, el trabajo en equipo aguijoneado por el miedo no es tan productivo como el trabajo basado en tácticas de cooperación. Es cierto también que en las relaciones cara-a-cara el temor deshumaniza las relaciones, convierte al otro en un extraño, en una competencia e, incluso, en un enemigo; a nivel psicológico, este tipo de relación es frustrante pues los sentimientos de mutuo reconocimiento humano quedan adormecidos cuando no anulados.

En definitiva, aunque la táctica de que es mejor ser temido que amado puede ser productiva a un nivel político, en las relaciones cara-a-cara suele ser estéril. Un padre que trate con el temor a su hijo pierde la posibilidad de relacionarse con su vástago de otra manera que no sea la sumisión. Evidentemente, el temor siempre va a persistir y así debe de ser en casi toda relación interpersonal, pero la centralidad que le otorga Maquiavelo en lo político no tiene porque ser extrapolable a lo ético.




Extraído de: http://www.lasangredelleonverde.com/index.php?option=com_content&view=article&id=266:qes-mejor-ser-temido-que-amadoq&catid=39:pildoras-de-filosofia&Itemid=81

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