El encuentro entre J.D. Salinger y Ernest Hemingway


Con tan sólo un encuentro en el hotel Ritz de París, Ernest Hemingway y JD Salinger establecieron una extraña relación que se tejió entre la admiración y la traición.


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París, 1944. A los 25, Jerome David Salinger estaba viviendo una terrible experiencia. De los 3080 hombres del doceavo regimiento de los Estados Unidos que habían llegado a Francia, justo en el famoso Día D, sólo una tercera parte había sobrevivido.

El regimiento militar de Salinger fue el primero en entrar a París. El trabajo era sencillo: eliminar e interrogar a los colaboradores nazis. Mientras el joven hacía su trabajo, escuchó el rumor de que el escritor norteamericano con más prestigio en la actualidad estaba en la ciudad.

Tras la noticia, Salinger, que ya gozaba de buena reputación como escritor por sus textos cortos pero enigmáticos, fue en busca del novelista al hotel Ritz —al bar, por supuesto. Ahí estaba Ernest Hemingway con un vaso de whiskey en la mano.

El escritor norteamericano recibió a Salinger como un viejo conocido, confesando que ya conocía su trayectoria literaria. Tras horas de beber y conversar, poco a poco se desvanecía la imagen de macho colérico que estigmatizaba a Hemingway. Jerome lo notaba como un “buen hombre”.

Días después del encuentro en el Ritz, Hemingway cuenta a un amigo muy cercano de “un chico de la cuarta división llamado Jerome Salinger” que, a pesar de formar parte de la milicia, muestra un rechazo hacia ella, pero una gran pasión por la escritura.

Hemingway y Salinger nunca se volvieron a encontrar. Sin embargo, Jerome, un año después, le escribío una carta desde un hospital militar en Nuremberg en la que confesaba estar abatido por servir al ejército.

“No había nada malo en mí, excepto que he estado en un constante abatimiento y pensé que sería bueno hablar con alguien cuerdo. Me preguntaron acerca de mi vida sexual (que no podía ser normal— gracioso!) y de mi niñez (normal).

Siempre me ha gustado el ejército… Hay muy pocos arrestos, han dejado de hacerlos en nuestra sección. Ahora estamos recogiendo a menores de 10 años si su conducta es desagradable, enojona.”

En los tiempos en que Salinger envía la carta, su salud mental ya estaba deteriorada por los embates de la guerra.

Su biógrafo Ian Hamilton sugiere que el texto no tiene que ser tomado en serio. Es, según él, “casi maniáticamente alegre”. Y es probable que tenga razón por que años más tarde, Salinger le dijo a su hija: “Uno nunca realmente consigue quitarse el olor a carne quemada, no importa el tiempo cuanto vivas”.

En 1946, en una partida de póker, J. D. Salinger comenzó a referir se a escritores de renombre, entre ellos Hemingway. De hecho él estaba convencido de que después de Melville, no había buenos escritores estadounidenses; Hemingway por el contrario, se refirió a Salinger como uno de sus tres mejores escritores contemporáneos favoritos. Cuando Hemingway murió, una copia de “El guardián entre el centeno” permanecía en su biblioteca.



Extraído de: A

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