En la década de los sesenta, Kansas era una pequeña ciudad que no sonaba ni en política ni para los grandes espectáculos. Era reconocida por ser el lugar donde un tornado se llevó a Dorothy en El Mago de Oz, y recientemente había llamado la atención porque ahí se cometió el terrible asesinato de una familia entera, narrado magistralmente por Truman Capote en su más famosa novela. Pare de contar. Eso era Kansas comparada con las grandes New York, Los Angeles o San Francisco.
Charles O. Finley era un hombre de negocios norteamericano que había hecho fortuna en el sector de las aseguradoras. En diciembre de 1960, se convirtió en el dueño del equipo de béisbol de Kansas, Los Athletics. El equipo jugaba sus partidos de local en el Estadio Municipal de Kansas y para esa época, a pesar de ser el único equipo de la ciudad, jugaba siempre con el estadio semi vacío. Finley debía recuperar la gran inversión y ensayó muchas estrategias de marketing para posicionar y popularizar a su equipo en el apático ciudadano de Kansas, pero estas no daban el resultado esperado.
En un momento de euforia, se la jugó el todo por el todo. Finley prometió a la gente que llevaría a los Beatles a su ciudad durante la primera gira americana que llevarían a cabo los ingleses, y que estaba próxima a realizarse.
En un momento de euforia, se la jugó el todo por el todo. Finley prometió a la gente que llevaría a los Beatles a su ciudad durante la primera gira americana que llevarían a cabo los ingleses, y que estaba próxima a realizarse.
Creo que no hace falta recordares la idolatría con la que se esperaba a los Beatles en 1964. Nunca se ha vuelto a repetir con ningún artista, político o líder religioso, recibimiento tan apoteósico como el que tuvieron los de Liverpool al pisar por primera vez suelo americano. Por demás también está comentar que su agenda estaba copada al milímetro con entrevistas, talk shows, visitas a famosos, y los conciertos, todo esto, previamente concertado con más de ocho meses de anticipación, y claro, sólo para las grandes metrópolis. Conciertos además, para los que era imposible conseguir una entrada porque todas se agotaron el primer día que salieron a la venta.
Imaginen esto. Ni siquiera un poster, acetato o cinta del grupo era posible conseguir porque todo se había agotado en las tiendas del país, la beatlemanía estaba en su punto más alto. Entonces, ¿cómo pretendía este anónimo emprendedor, este entusiasta empresario local, llevar al grupo más famoso del planeta hasta su pequeña ciudad?
Hagamos un pequeño ejercicio mental. Visualicen, queridos lectores, mentalmente el mapa, la imagen de su propio país. Ahora excluyan a las seis ciudades más grandes y elijan cualquiera de las que quedan. A esto hay que añadir que los Athletics de Kansas era un equipo de media tabla para abajo, de los que siempre están luchando por no ser últimos. Ahora ya creo que me entienden y pueden apreciar de una mejor forma en el problema en que se hallaba Charles Finley, más conocido como “Charly O”.
Hagamos un pequeño ejercicio mental. Visualicen, queridos lectores, mentalmente el mapa, la imagen de su propio país. Ahora excluyan a las seis ciudades más grandes y elijan cualquiera de las que quedan. A esto hay que añadir que los Athletics de Kansas era un equipo de media tabla para abajo, de los que siempre están luchando por no ser últimos. Ahora ya creo que me entienden y pueden apreciar de una mejor forma en el problema en que se hallaba Charles Finley, más conocido como “Charly O”.
Como se preveía y era obvio, Kansas no estaba en el circuito de ciudades donde los Beatles iban a tocar. En esa época Kansas aún era considerado un pueblo grande del oeste para música country y honky-tonk. Ni siquiera iban a pasar cerca o hacer escala turística, es decir, para la empresa organizadora, el Cyclone State no existía, y esto fue quizá lo que le hirió en su amor propio a “Charly O”. Su palabra de cowboy, su credibilidad, futuro empresarial e inversión en el equipo estaban en riesgo, y por qué no, también se vislumbraba la posibilidad de un posible linchamiento físico y mediático, burlas de la sociedad y hasta un obligado auto destierro de la hermosa ciudad de los girasoles.
Tanta adrenalina junta (i.e. canguelo, culillo) le puso manos a la obra y le hizo tomar un vuelo a San Francisco el 19 de agosto de 1964, donde los Beatles tuvieron su primera actuación en América. Allí se encontró con el manager de los Beatles, Brian Epstein. Finley le dijo a Epstein que estaba decepcionado de que Kansas no estuviera en el itinerario de los Beatles y de plano le ofreció al manager $ 50.000 si programaban un concierto en su ciudad. Epstein se negó, le explicó que la única fecha libre disponible era el 17 de septiembre, y la banda tenía programado un día de descanso en Nueva Orleans. Finley se fue decepcionado pero no claudicó. Una semana más tarde fue tras los ingleses hasta Los Angeles, donde Epstein volvió a rechazar la oferta de Finley (ahora de 100.000 dólares), argumentando que la banda quería utilizar su único día libre para explorar la ciudad "cuna del jazz". Con un nudo en el estómago, Finley rompió el cheque de $ 100.000 y firmó uno nuevo por $ 150.000 (algo equivalente a un millón y medio de dólares actuales). Atónito, Epstein se excusó un momento para hablar con el grupo. Fue hacia los camerinos, les expuso la situación y sobretodo la magnífica cantidad de dinero por una sola presentación. Lo analizaron un poco, luego John Lennon, hablando en nombre de sus compañeros de banda le respondió: "Nosotros haremos lo que tu creas conveniente". Enseguida Epstein salió del camerino, aceptó el nuevo cheque de Finley y se pusieron de acuerdo para tocar en Kansas. No hubo firma de contrato, sólo un fuerte apretón de manos.
En su momento, este fue el precio más alto jamás pagado por un show musical, costando cerca de 3750 dólares por minuto (el show fue de casi 40 minutos), comparativamente, unos $ 37.500 actuales por minuto. Cuando algún periodista le cuestionó a Finley el porqué de tanto derroche (para traerlos a toda costa), él lo tomó a broma y justificó el alto precio respondiendo: "Los actuales fans de los Beatles serán los aficionados al béisbol del mañana" – frase que además estaba ya impresa en el reverso de las entradas para el concierto-.
Luego de ofrecer una animada rueda de prensa en el hotel Muehlebach, los Beatles dieron un concierto memorable improvisando la famosa canción "Kansas City" con los acordes de Hey, Hey, Hey! (ver el vídeo)
En el medio oeste norteamericano la gente siempre se ha caracterizado por su recelo, cautela, miedo ante lo nuevo, ante lo foráneo. En esa época eran aún más cerrados, especialmente con los valores culturales y religiosos. No lo van a creer, pero Finley hizo todo ese esfuerzo casi en vano, para apenas 20.207 personas (entre fanáticos y noveleros), algo más de la mitad de la capacidad total del Estadio, con un aforo para 35.000 espectadores.
El fracaso del concierto podía interpretarse de varias formas. Aparte de la baja animosidad local, varias radios locales "de moda", que patrocinaban artistas norteamericanos, sugirieron boicotear el concierto escudándose en la impopular gestión de Finley con el equipo de béisbol. De todas formas, la noche del 17 de septiembre de 1964, más de 20 mil fanáticos locales y de condados y ciudades aledañas corearon todas las canciones de los ingleses. Al día siguiente, Finley, que había destinado las ganancias del evento a favor de un hospital infantil, tuvo que firmar otro cheque de $ 25.000 para cubrir el donativo mínimo que se había comprometido a entregar al hospital, en caso de que el concierto no generara ganancias.
Finley fue un soñador, organizó un evento digno de cualquier capital del mundo, para una ciudad no estaba preparada. Muchos le dieron la razón, y en el fondo, nadie pudo reprocharle cuando tomó su equipo y se lo llevó para California en 1968.
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