El Nopal, un Ícono de la Patria



Con el nopal iniciamos una relación personal hace miles de años, que fue cuando, andando, andando, llegamos a estas tierras americanas; sabemos que es nuestro alimento desde hace miles años. Junto con el maguey y el mezquite, el nopal formó el triunvirato de plantas sagradas del México prehispánico. Ellas fueron el eje de la economía cazadora-recolectora de los nómadas del altiplano mexicano. Alvar Núñez Cabeza de Vaca dice que en la época de lluvia "...comen [tunas] de noche y de día... y todo el tiempo se les pasa en bailar"; el nopal fue el cómplice de la edad dorada del mitote, eterno y frenético, pero entre danza y danza deshidrataban tunas y cascaras y, convertidas en polvo, eran consumidas meses después, en la época seca.

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NOPAL CUYA SEMILLA FUE EL CORAZÓN DE CÓPIL Y QUE SURGIÓ DE LAS AGUAS DEL LAGO DE TEZCOCO, MANUSCRITO TOVAR, F. 91.

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FUNDACIÓN DE TENOCHTITLÁN, CÓDICE MÉNDOZA, LÁMINA I, F. 2R.


Esa planta fue el fin del peregrinar mítico, en julio de 1325, cuando los aztecas encontraron el oráculo: el nopal sobre el que se posaba el águila agarrada con una de sus patas de una tuna. Era una tuna que simbolizaba al corazón humano obtenido en los sacrificios humanos, corazones llamados teonochtli (tuna divina) o cuauhnochtli (tuna de águila). El nopal era sagrado, cósmico, con las raíces conectaba al inframundo y con las tunas (los corazones sagrados) al cielo. La diosa otomí Acpaxapo sólo aceptaba ofrendas de flores de nopal. El tallo seco del nopal, tan impropio para usarlo con leña, se quemaba para anunciar, con su abundante humo, el inicio del Fuego Nuevo. No deja de ser curioso que el maguey tuviera su diosa en Mayahuel y no se haya identificado una deidad prehispánica del nopal; en contraste, en la religión católica sí se alcanzó a posicionar en el Cristo del Nopal, del cerro de San Andrés Reglita, y en Nuestra Señora del Nopal de El Mezquital.

En la vida del día a día, el nopalito se comía cocido, asado, crudo; combinado con carne de venado, guajolote o huachinango; mezclado con hueva de Axayacatl, con hormigas Azcamolli o con sus flores en ensaladas. El fruto se consumía de la planta a la boca, era convertido en miel, queso de tuna, o cerveza llamada nochoctli. Del insecto que se cría en el nopal, la cochinilla, se obtenía el color granate, que era la pintura para la piel, para la vestimenta y, probablemente, para el cabello de los Huachichiles, chichimecas de las latitudes potosinas, caracterizados por sus cabelleras púrpuras. El mucílago (la baba) era la medicina para la parturienta, combinado con grasa de insecto se usaba como crema para pies, labios y manos gastadas. Con la baba se fijaban los colores en telas y murales, se limpiaba el agua turbia, se usaba como pegamento en la argamasa para unir adobes y enlucir paredes.

Bernal Díaz del Castillo quedó sorprendido con la gran riqueza de tunas. Desde aquel momento se empezó a usar su nuevo nombre, pues el nopalli del náhuatl perdió ante la palabra "tuna", que los españoles aprendieron del tahíno caribeño. Durante su largo peregrinar, Alvar Núñez Cabeza de Vaca anduvo comiendo tunas desde la Florida hasta las costas del Pacífico, cooperando con su granito de arena para que en el reino de su majestad jamás se ocultara el sol. El nopal fue parte de la estratagema de los frailes recién llegados: escribían Pater noster con el jeroglífico de una bandera y un nopal, que se leía pantli nochtli. La planta apareció incluso en escudos de fuerte impronta europea, como en el de 1523, dedicado a la "Muy Noble e insigne Muy Leal e Imperial Ciudad de México", en el que una torre de castillo, franqueada por leones, es orlada con una serie de pencas de nopal.


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ESCUDO DE LA MUY NOBLE E INSIGNE MUY LEAL E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO, 1523.


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Hombre recolectando tunas de un nopal.
DE LAS TUNAS, CÓDICE FLORENTINO, LIBRO XI, F. 125V.


Durante los cien años que duró la guerra de conquista de Aridoamérica, esa sí, a sangre y a fuego, el Gran Tunal (extensa región del centro-norte de México) fue el aliado estratégico de los chichimecas; sin embargo, acaba da la guerra y exterminados los chichimecas, durante la Colonia el nopal fue la planta predilecta para generar ambiente de casa, pues humaniza la aridez del paisaje, y puso la nota en el tradicional solar doméstico del altiplano. Lección, la del nopal en los solares, que luego aplicaron los colonizadores de la Alta California.

El nopal, con su cochinilla, también vistió de rojo el uniforme de realistas y de insurgentes; vistió de rojo a un tercio de la bandera trigarante; ese rojo con esencia de nopal simbolizaba el mestizaje; el nopal protagonizó la historia para trazar los límites entre Zacatecas y San Luis Potosí: ahí donde las tunas se abren generosamente solas y son más dulces, ahí es tierra potosina... o zacatecana, depende del chovinista que cuente la historia.

El nopal fue recuperado para México en el escudo de la Junta de Zitácuaro (1811) y en la bandera de Morelos; apareció en 1821 sellando los documentos de la Soberana Junta Provisional Gubernativa que respaldó a Iturbide; el nopal estuvo firme en los estandartes que lucharon contra las barras y las estrellas de la intervención norteamericana y en las batallas contra el león heráldico de los Habsburgo, cubierto a la francesa con la corona de Napoleón III; el nopal, forzado, soportó al águila imperial, pero reivindicado se estampó en el escudo de la República Restaurada (1867). Ahí, el nopal recuperó su categoría de árbol cósmico, fundacional, cimiente.


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"Nopalito"
fue el apodo popular para don Pascual Ortiz Rubio; fue Joaquín Pardavé en su papel de Margarito Pimentel de la Cueva y Santos Arias o el "Rey del queso de tuna" en el cine en blanco y negro; el nopal lució en las escenografías de Gabriel Figueroa en la epopeya fílmica de la Revolución mexicana. "Cortina de nopal" denominó José Luis Cuevas al nacionalismo posrevolucionario; cortina que el milagro mexicano de los 40, la economía mixta de los 70 y el neoliberalismo económico del fin del siglo XX, derrumbaron. El nopal siempre ha sido una planta admirada por sus muchas propiedades (aunque un chiste popular dice que más propiedades tienen los políticos corruptos). Al inicio del siglo XXI el nopal desapareció del escudo nacional... pero al poco tiempo fue restituido.


Pródigo el nopal, proveyó de fruta y verdura a los pobres para evitar las hambrunas que en el norte de México se derivaron de las guerras que sufrieron durante el siglo XIX y principios del XX.

En la actualidad, el nopal es parte de la diversidad biológica de México con 76 especies, que al contacto milenario con los humanos se han multiplicado, ya que por procesos de domesticación se agregaron 126 cultivares. Esa diversidad la apreciamos al andar en los mercados o por los caminos de México, desde abril hasta diciembre, principalmente entre mayo y septiembre, y la disfrutamos en sus tonalidades del verde-amarillo al rojo-púrpura, en lo jugoso de su pulpa y su dulzura o con la salivita segregada al tenor de las cascaras acidas del xoconostle.

Con la urbanización de México existe la preocupación por la paulatina extinción de la cultura del nopal, cultura que se queda en los solares de los ancianos y que se va diluyendo con el tiempo y la migración.


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La importancia del nopal fue insuficiente para ser considerado, en los tiempos de don Adolfo López Mateos, como la flor nacional (la dalia), y en los de don Álvaro Obregón, como el árbol nacional (el ahuehuete); tal vez le quede la posibilidad de tener el orgulloso título de arbusto nacional.


Hace 50 años, la provisión de tunas y nopalitos la obteníamos de los solares, las grandes plantaciones eran prácticamente inexistentes; ahora existe una extensión de 61,112 hectáreas de plantaciones comerciales que proveen 373,735 toneladas de fruta cada año y superficies aproximadas de 12,500 hectáreas para nopalito. Mantener esos cultivos es trabajo arduo; a pesar de ese esfuerzo, el rendimiento promedio de tuna es de 7 t/ha en México. Ahora también se ha convertido en aliado para reforzar los bordos que atenúan el camino de la erosión.

Imposible no recordar frases y dichos que son parte de nuestra cultura. Como advertencia: "Me he de comer esa tuna, aunque me espine la mano", y como reproche: "Al nopal nomás lo visitamos cuando tiene tunas". Abnegadamente decimos: "El que con nopales anda, a espinarse se enseña", y para prevenir: "No le busques tunas al huizache".

Es canción en Jorge Negrete: "Es sangre brava y colorada / retadora como filo de puñal / es la sangre de mi raza, soñadora y cancionera / sangre brava y pelionera / valentona y pendenciera / como penca de nopal". Y ahora, en el México posmoderno, saltamos del Heavy Nopal de Astrid Hadad y sus faldas de matorral nopalero, al ritmo electrónico de Nopal Beat.

El nopal, en los recuerdos del porvenir, será el icono que perdure.



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DE "LAS CINCO REGIONES DEL MUNDO Y SUS DEIDADES'. EL IZTACCUAUHTLI (CARACARA CHERIWEY), EN EL RUMBO DEL NORTE SOBRE UN NOPAL SACRIFICIAL, CÓDICE BCRGIA, LAMINA 50. DETALLE.

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TINA MODOTTI, NOPALES, CA. 1925, INV. 35291, SINAFÓ, INAH




Escrito por: JUAN ANTONIO REEYES AGÜER
[Doctor en Ciencias Biológicas por la UNAM. Profesor e investigador en el Instituto de Investigación de Zonas Desérticas de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí].


Para leer más:
• María de Lourdes Aguilar Enríquez, La flora del escudo nacional mexicano, México, Polibotánica-IPN, 2004.
• Helia Bravo-Holis, Las cactáceas de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978,






Fuente: RELATOS E HISTORIAS DE MÉXICO. Número 33. Mayo 2011.

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