Emilio "El Indio" Fernández



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EMILIO FERNÁNDEZ ROMO, COLECCIÓN FILMOTECA DE LA UNAM


Elena Poniatowska entrevista a "El Indio" en 1971 para el diario Novedades, en una casa llena de recuerdos y amores; su mítico refugio de la calle Dulce Olivia, en Coyoacán.


Incorporando a la cultura nacionalista de la posrevolución, Emilio Fernández, Romo se convirtió en uno de los cineastas fundamentales de la Época de Oro del cine mexicano. Hijo de Emilio Fernández (coronel revolucionario) y Sara Romo (mujer de origen kikapú), "El indio" nació en 1904 en Mineral del Hondo, municipio de Sabinas, Coahuila.


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Muy joven se enroló en las tropas que respaldaron la rebelión de Adolfo de la Huerta contra el gobierno de Álvaro Obregón, Fue apresado, pero a los pocos meses se fugó para exiliarse en Estados Unidos. En Los Ángeles se ganó la vida como pudo hasta que, casualmente, trabajó como extra y doble de estrellas en Hollywood. Este encuentro con el cine se convertiría en su oficio y su destino.


La amnistía de Lázaro Cárdenas a los de-lahuertistas lo trae de nuevo al país. Conoce las películas de Sergei Eisenstein y sus imágenes para el proyecto ¡Que viva México! La influencia estética de este director ruso fue decisiva para "El indio", pues a partir de entonces exaltaría la belleza simbólica de lo mexicano y -a decir de él- "su inquietante dualidad: un pueblo de máscaras y de total transparencia".

En 1934 Fernández actuó en Cruz diablo, de Fernando de Fuentes, y en Janitzio, de Carlos Navarro, su primer estelar. Junto a su carrera de actor, comenzó a escribir guiones, hasta que en 1941 debutó como director con La isla de la Pasión. Dos años más tarde, llegó su gran éxito: María Candelaria.

Al exaltar a la patria, sus filmes difundieron en el mundo lo "naturalmente mexicano" que conformó su estética fílmica: "Sólo existe un México, el que yo inventé", llegó a decir.

A partir de los años sesenta aún dirigió algunas películas, sin embargo, su actividad comenzó a declinar. "El indio" falleció en 1986, dejando su imagen unida a la de un México que había quedado en el pasado.


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Antes de dirigir las cintas que lo harían famoso, Emilio Fernández participó como extra en Hollywood y después actuó en papeles secundarios en películas mexicanas, hasta que en 1934 protagoniza Janitzio, de Carlos Navarro, al lado de la actriz María Teresa Orozco. Ahí interpreta al pescador Zirahuén, su primer papel estelar, ya envuelto en la estética indigenista que reflejaría en otros filmes.
EMILIO FERNÁNDEZ EN UNA ESCENA DE JANITZIO 1934, FONDO CASASOLA, INV. 467433, SINAFO CONACULTA-INAH-MEX; 'REPRODUCCIÓN AUTORIZADA POR EL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA"



No hay timbre. Se jala un alambre escondido entre la piedra y resuena una campana como la de la basura. Al rato sale un mozo ya grande, que entreabre la puerta de la fortaleza. —Si usted es la señorita que iba a venir, pase... Adentro, la fortaleza se ensancha y crece hacia arriba por medio de unos muros enormes y negros y de cuartos que se alinean unos junto a otros, herméticos, sellados, y que hacen pensar en la canción: "De piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera, la mujer que a mí me quiera..."

—Por aquí; por allá no, véngase por aquí...

Penetramos por una puerta redonda y chaparra como de castillo medieval, que desemboca en un comedor como para 36 comensales; sillas de madera -sillones, más bien- y una mesa larga, larga, que nunca se acaba, y allá lejos, lejos, sentado solo y su alma, Emilio Fernández toma su cafecito. Se levanta. Ofrece otro. Junto a la ventana, en aguas color chocolate nadan unos patos blancos. La fosa se pensó para puentes levadizos; a la fortaleza sólo le faltan sus arcabuces y su catapulta, sus peroles de aceite hirviendo para dejarla caer encima de los invasores. Aunque el aceite hirviente a lo mejor lo trae "El Indio" Fernández dentro...

—Yo me iba a casar con Olivia de Havilland, y compré todo por aquí, muchísimos metros, muy barato, hace 25 ó 30 años... Costaba entonces 75 pesos el metro. Compré once mil metros, y yo les puse los nombres a las calles. Esta se llama Zaragoza, aquella Dulce Olivia, por Olivia de Havilland, y ahora que fraccionaron sólo les dejaron los nombres a estas dos calles: Zaragoza y Dulce Olivia, aunque ahora que pusieron las placas escribieron Oliva, y así no es.
—¿Y cómo se iba a casar con Olivia?
—Yo nunca la he visto en persona. Fue por carta todo. Yo escribía las cartas, pero me ayudaba en el inglés mi amigo Marco Aurelio Goodrich, y él fue el que se casó con ella al llevarnos los recados...
—¿No la conoció?
—Me enamoré de ella en sus películas.
—Pero ¿cómo es posible que la gente se enamore a través de las películas? Sólo lo logran los quinceañeros o las criadas...
—Pues yo soy quinceañero y criado. Yo me enamoré mucho y tengo una gran cantidad de fotografías dedicadas y de retratos. Por ahí han de andar, o a lo mejor me las rompieron aquí. He tenido cinco esposas, quizá una de ellas las rompió. ¡Ay qué lindo! (esta frase la dice a cada rato, pero con una voz muy triste)... He sido muy querendón, pero muy, muy querendón. Si hubiera sido mujer, habría sido prostituta.
—¿A poco se necesita ser prostituta para ser querendón?
—No, no por eso. Habría sido prostituta porque; todo me gusta. Oiga, ¡qué bueno que no estamos hablando de cine!
—¿Por qué? ¿Es un tema triste?
—De cine sólo se puede hablar cuando se está haciendo algo. Lo demás son quimeras...


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Figuras fundamentales del gran equipo con que contó Emilio Fernández para la realización de sus filmes.
IMÁGENES: SINAFO, CONACULTA-INAH-MEX; "REPRODUCCIÓN AUTORIZADA POR EL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA"

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En la segunda película que dirigió, Soy puro mexicano (1942), Fernández contó con la figura de Pedro Armendáriz, quien fue un elemento fundamental en sus principales filmes.
CARTEL DE SOY PURO MEXICANO, 1942, COL. FILMOTECA DE LA UNAM



"El Indio" Fernández prende otro cigarro. Frente a él no hay una cajetilla sino tres.
Apenas apaga un cigarro prende otro y otro y otro. "Fumo de seis a siete cajetillas diarias, fumo de noche, fumo en la cama y lo primero que agarro al despertar es un cigarrillo".
—Hace mucho que estoy esperando que me den algo. Quiero hacer Los de abajo de Mariano Azuela. Alfonso Sánchez Tello tiene pensado llevarlo a la pantalla en dos versiones, una en inglés, la otra en español. También quiero filmar Bajo el cielo maya y una nueva adaptación de María Candelaria. Me gustaría filmarla en Janitzio con gente nueva...
—¿No le parece triste filmar de nuevo algo que ya hizo?
—No, porque puedo verlo bajo nuevos ángulos, enriquecerlo...
—¿Y por qué regresa usted a las películas que le dieron fama?
—Por eso, porque me dieron fama... Además lo único que me interesa es lo nuestro: México. No sabría filmar otra cosa. Me han ofrecido Zona roja, una película sobre los bajos fondos en el puerto de Veracruz, pero prefiero una cosa más nacionalista, más mexicana. Me siento desesperado de ver el tiempo que pasa y yo nomás esperando. Todo este tiempo que pasa sin trabajar es malo, muy malo. Cuando se llega a una edad como la mía, cada día que pasa es tiempo perdido.
—¿Pues cuántos años tiene usted?
—Tengo 67 años. Dentro de este régimen soy una momia. Pero me siento fuerte, igual que siempre, aunque algunos piensan que nosotros, los de más de sesenta años, ya deberíamos ir a buscar el cementerio de los elefantes y prepararnos a morir.
—¿Por qué es una momia en este régimen?
—Porque todos los que tienen puestos directivos son casi niños. Por eso ahora un hombre de 67 años es inevitablemente una momia.


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"El Indio" Fernández, en pleno trabajo de dirección, da indicaciones a un actor.
NACHO LÓPEZ, EMILIO FERNÁNDEZ DURANTE UNA FILMACIÓN. INV 391767, SINAFO, CONACULTA-INAH-MEX; "REPRODUCCIÓN AUTORIZADA POR EL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA"

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Emilio Fernández grabó Enamorada en 1946 en Cholula, Puebla. Protagonizada por María Félix y Pedro Armendáriz, la cinta aborda la temática de la Revolución Mexicana desde el dilema de una mujer que debe optar entre quedarse en el pueblo con su familia o seguir a su hombre en la lucha.
"EL INDIO" FERNÁNDEZ Y CAMARÓGRAFOS, CA. 1946. FONDO CASASOLA, INV. 282740. SINAFO, CONACULTA-INAH-MEX; 'REPRODUCCIÓN AUTORIZADA POR EL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA"

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María Félix estelarizó grandes películas de Emilio Fernández, como Enamorada (1946), Río Escondido (1947) y Maclovia (1948).
CARTEL DE RÍO ESCONDIDO, 1947, COL FILMOTECA DE LA UNAM




ESTOY EN LA “QUINTA CHILLA”

—Entonces, ¿qué hace todo el día?
—Pensar y escribir (se ríe). Estoy como el perico que le vendieron a un gringo, y como no hablaba, el gringo lo fue a devolver. "Este perico no habla, nomás piensa". Y es que no era perico, era lechuza y la habían pintado de verde para que pareciera perico...
—Entonces, ¿usted es lechuza?
—Si no soy lechuza, soy búho... Nomás pienso.
—¿Qué piensa?
—A veces le doy tantas vueltas que mis pensamientos se vuelven bellísimos, a veces se vuelven negros, negrísimos. ¡Ay qué lindo! Es horrible depender de otros para trabajar; es horrible depender de un negocio.
—Bueno, ¿pero por qué no agarra una cámara de 16 milímetros y filma?
—Porque no paga, no costea... No conviene.
—¿Usted lo que quiere es ganar dinero?
—¡Niña, estoy en la quinta chilla!
—¿En esta casota tan grande?
—A veces falta comida aquí. Estoy completamente solo. Me separé de mi esposa hace un año, dos meses y quince días...
—¿Por qué los cuenta?
—Porque me dejó un vacío tan enorme. Las separaciones de amor tienen algo de muerte.
—¡Pero si usted se ha separado muchas veces!
—He sentido la muerte muchas veces, pero no tanto como ésta. Cuando un hombre se acostumbra a vivir con una compañera...


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"El Indio Fernandez con Mana Félix durante el rodaje de Enamorada, 1948.


El teléfono suena. Emilio Fernández se levanta y sus botas vaqueras negras resuenan sobre el piso de losa. En realidad son taconazos. Extraño el tintinear de las espuelas.

—¿Qué pasó contigo? —Le da cita al interlocutor en Liverpool, en el café del Puerto de Liverpool. Ese lugar le gusta porque desde arriba se ve un estanque con agua. "Allí me encuentran mis amigos. Allí me buscan o me hablan por teléfono. Yo casi no como, como cualquier cosa, la comida no me importa... A mis hijos no los veo. Están con sus mamás. Yo ando solo. De cuando en cuando viene a verme Jacaranda, y cuando no, nos hablamos por teléfono... ¡Ay qué lindo!" De nuevo se sienta en una silla plegable de esas de lona, como de director de cine. Como está de espalda a la pared, no puedo ver si atrás dice Emilio Fernández.
—Jacaranda, está estudiando, quiere ser arquitecta. Tengo otra hija que se llama Adelina, es la primera, la mayor; la segunda se llama Xóchitl, y un hijo: Emilio. Todos con madres distintas... ¡Ay qué lindo! Yo estoy solo, solo, bien solo, nomás tengo un mozo que tiene 25 años conmigo, Perfecto, que me ha sido leal en las buenas y en las malas. Me ha sido fiel en éstas, en que he estado sin ingresos de ninguna especie. Hasta me ha prestado 12 mil 500 pesos.
—¿Cómo? ¿De dónde los sacó Perfecto?
—Le debo dos años de sueldo porque le pago 500 pesos al mes. Él me hace todo: huevos con chorizo, carne, café... ¡Ay qué lindo!
—¿Y por qué no vende algo? ¿Por qué no vende usted uno de sus cuadros? —En la casa están empotrados en la pared cuadros de Diego Rivera, Miguel Covarrubias, José Clemente Orozco, Jesús Guerrero Galván, Leopoldo Méndez, Jean-Gabriel Domergue; de Luis Strempler, unos gallos que parecen estallidos de sol, dedicados: "Emilio Fernández, gloria del cine nacional".
—¡No, cómo voy a vender si es lo mío! ¡No puedo vender!
—¿Porque los cuadros están empotrados en la pared?
—No es esa la razón. Están empotrados porque odio los marcos, cualesquiera que sean. Pero no vendería mis cuadros por nada del mundo.
—Entonces venda un pedazo de terreno...
—¡¿Cómo voy a vender la tierra?! ¡Quiero tener muchas tierras! ¡Amo la tierra! Tengo mil metros. Quiero construir y dejarles algo a mis hijos. ¡No quiero vender nada!
—¿Y Perfecto?
—Ya le pagaré de un modo u otro... Si le digo que a veces no tengo ni para la gasolina.
Recorro la casa con la mirada buscando algo qué vender. Los molcajetes se han convertido en ceniceros. Sobre los sillones de madera -unos de cuero, otros de madera estilo colonial, todos muy mexicanos- están colocados unos sarapes colorados. Al entrar, Emilio Fernández me dijo: "Vamos a pasar a la biblioteca", pero no vi libros, vi botellas y reatas de charro colgadas de clavos. ¡Eso es! El bar, podría venderse el bar tupidísimo de botellas.
—¿Por qué no vende el bar?
—Ya casi todas las botellas están vacías.
—¡Oh, dios mío! Pues ¿qué hacer entonces?
—Mire, yo toda mi vida he sido triste. Soy alegre sólo a ratos. Mis noches son noches de insomnio y las paso pensando. Afortunadamente pongo discos o cintas grabadas porque la TV no la soporto, es una hija monstruosa del cine. No la tolero.
—Eso es, volvamos al cine... ¿Qué le parece ahora el cine mexicano?
—El cine del mundo ha descubierto formas excelentes. En México también ha habido adelantos. El hijo de René Cardona tiene un gran talento; Juan Ibáñez también tiene mucho talento; Alejandro Jodorowsky, que saca ahora a la luz todos sus complejos, tiene un talento que no se le puede negar. Abel Salazar, aunque es mayor y más maduro que los demás, es un excelente director de cine. No he visto nada de Gustavo Alatriste, pero es un individuo muy inquieto e inteligente y sus cosas deben ser buenas. A Rubén Gómez deberían darle más trabajo porque ha hecho unos cortos notables, como Magueyes, por ejemplo. El elemento humano en México es bueno. Sonia Amelio tiene un talento increíble y un tipo muy mexicano, pero desgraciadamente no se está haciendo un cine donde encaje su tipo... Yo, a Sonia Amelio, la adoro.
—¿Y cómo calificaría su propio cine?
—Ya ni me acuerdo de él... Supongo que como atisbos.


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Un dorado de Pancho Villa (1966) contó con las actuaciones de Maricruz Olivier y Carlos López Moctezuma.
CARTEL DE UN DORADO DE PANCHO VILLA, 1966, COL, FILMOTECA DE LA INAM




LA ÉPOCA DE ORO


—¿Y sus películas?
—Hice para Dolores del Río Flor silvestre, Las abandonadas, María Candelaria, Bugambilia y La malquerida. Para María Félix Enamorada, Río Escondido y Maclovía. María es una actriz a la que hay que cuidar mucho. ¿A poco no se ve femenina en mis películas? Para María Elena Marqués hice La perla y Pueblito. Para Columba Domínguez, Pueblerina, La bien amada y Un día de vida; y para Sonia Amelio, Un dorado de Pancho Villa y El crepúsculo de un dios. En la mayoría, el camarógrafo fue Gabriel Figueroa, aunque también trabajé con Alex Phillips, Jack Draper, Raúl Martínez Solares...
—¿Hizo usted sus películas para estas actrices?
—Yo sé dirigir mujeres y cuando escribo lo hago en función de una mujer. La mayoría de los argumentos son míos, salvo La malquerida, basada en una obra de don Jacinto Benavente, y La perla, en una de John Steinbeck. Hice una película de ambiente andaluz con Rosita Díaz Jimeno y otra con Paulette Goddard, en inglés, basada en Enamorada, que los norteamericanos tradujeron como The beloved. También hice La red, con Rossana Podestá y... y... y... Pues oiga usted, ya no me acuerdo.
—¿Y usted es muy sentimental?
—Sí.
—¿Por qué?
—Tal vez porque tengo alma.
—¿Y es bueno ser sentimental?
—Sí, el sentimiento es bueno.
—¿Usted no es nada intelectual?
—No, Minerva jamás me cobijó con sus alas.
—¿No dice usted que piensa mucho?
—Eso no quiere decir que sea ya un intelectual. Yo respondo al sentimiento, sigo mi instinto, todo lo hago con el instinto.
—Pero estudia y lee.
—Poco...
—¿Por qué?
—Porque mi pensamiento me tiene tan ocupado que no sé concentrarme en la lectura. Mis problemas me distraen y son pequeños problemas los que a mí me afectan: falta de dinero, deudas por falta de trabajo. Todo lo que gané lo gasté haciendo mi casa, esta es una de las casas que hizo "El Caco", Manuel Parra. No me cobró ni un centavo por dibujarme mi casa. Usted lo tiene que conocer, es mi amigo, lo va a adorar. Él, como Diego Rivera, tiene la fuerza de un sol.

A lo largo de la entrevista, Emilio Fernández nunca hizo mención de que sus películas marcaron la Época de Oro del cine mexicano. María García, con quien fui a verlo dos días más tarde, recordaba haber asistido a una fiesta en casa del cineasta: "Estaban Cuco Sánchez y muchos tríos de mariachis; nos atendió a Héctor [García] y a mí, Columba Domínguez. Era muy guapa, de tipo mexicano. Había muchísima bebida y cantaban en todos los rincones de la casa". Mientras María y yo subíamos las escaleras de la fortaleza, Perfecto nos advirtió: "Que el niño no se vaya a portar necio porque el señor se pone muy nervioso con los niños". Llevaba a mi hijo Felipe de la mano. "¡De que los quiere, los quiere; pero de que no los quiere...!" Seguramente esta es la mejor definición de "El Indio" Fernández: de que quiere, quiere; pero de que no quiere...



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Emilio Fernández escribió o adaptó más de 40 guiones en su vida.
"EL INDIO" FERNÁNDEZ LEYENDO UN GUIÓN, COL. FILMOTECA DE LA UNAM





Con más de 50 años de trayectoria en el campo de las letras, Elena Poniatowska ha incursionado en todos los géneros periodísticos y literarios. Comenzó su carrera en el Excélsior y después trabajó en Novedades. Fue la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Periodismo en 1978. En 2002 se le otorgó el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Es autora de Lilus Kikus, La noche de Tlatelolco, Fuerte es el silencio, Tinisima, Las soldaderas, El tren pasa primero (Premio Rómulo Gallegos, 2007), Boda en Chimalistac, entre muchas otras obras. Su última novela, Leonora, obtuvo el premio Biblioteca Breve 2011.






Fuente: RELATOS E HISTORIAS EN MÉXICO. México. Año IV. Número 38. Octubre 2011.

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