El poeta Jaime Sabines (1926-1999) era un hombre sumamente cuidadoso con su intimidad; la protegía como siempre lo hacía con la armonía en su familia. Era casi imposible que aceptara una sesión larga de fotografía.
En el verano de 1987 aceptó una conversación larga en su rancho de Yuria, gracias a que la fotógrafa francesa Eliane Cassorla le pidió aceptara una sesión fotográfica en su pequeño rancho de Yuria, localizado a pocos kilómetros del Parque Nacional Lagos de Montebello, en el estado de Chiapas.
Cassorla tenía un gran interés en registrar fotográficamente al poeta en el rancho cuyo nombre era conocido más allá de las fronteras de México. Le había planteado a Sabines una larga jornada fotográfica en la que se tuviera como escenario los diferentes rincones de Yuria.
El poeta no vaciló y aceptó con gusto la propuesta de la fotógrafa.
La respuesta positiva de don Jaime extrañó a muchas personas, incluidos algunos familiares, que lo conocían con gran certeza y sabían de sus cotidianas huidas y rechazos a las sesiones fotográficas.
Pocos sabían que al poeta y la fotógrafa tenían una relación de amistad casi de padre a hija. Cassorla cubrió como reportera gráfica todo el gobierno de Juan Sabines Gutiérrez, con quien también sostuvo una relación muy cercana. En fin, la artista de la lente mantuvo cercanía con los hermanos Sabines.
Muchos de la familia se sorprendían de que el poeta aceptará una sesión fotográfica en momentos en que su dolor era intenso por la muerte del hermano mayor de los Sabines, y Yuria se había convertido en su refugio de un aislamiento voluntario para reflexionar y digerir la pérdida de su hermano Juan Sabines Gutiérrez (fallecido el 2 de marzo de 1987).
La poesía, el ajedrez y Yuria
El poeta tenía varios días viviendo su soledad y jugando con su ajedrez portátil. Era un apasionado del “deporte ciencia”.
“Pero el ajedrez es enorme, profundamente bello. Ha sido definido como un deporte, como una ciencia y como arte. A mí me atrae el arte que hay en el ajedrez: la sorpresa artística, la belleza interna del juego, las múltiples posiciones bellas que se suceden en una partida”, solía explicar.
Por esos días se le veía cansado. Tenía un rostro que delataba noches de insomnio.
Era septiembre de 1987. La fotógrafa estaba feliz porque lograba uno de sus sueños: plasmar el hábitat del poeta Jaime Sabines en todos los rincones de Yuria.
Eliane tomó su cámara y se la colgó al cuello. Cuando don Jaime vio que ella se preparaba para iniciar la sesión de inmediato le susurro: “Acepté que hagas la sesión fotográfica. Sólo te pido que no se refleje mi situación física”.
Cassorla respondió: “¡Desde luego que no!”, y de inmediato empezó a disparar.
Al mismo tiempo, el poeta se entregó a la entrevista, la fotógrafa francesa apretaba una y otra vez el obturador de su cámara. El poeta habló de tantos temas, anécdotas y recuerdos que fue una tarde abrumadora.
Inició por decir cuáles fueron los poetas que lo influyeron en su obra: el alemán Johann Wolfgang von Goethe, el indio Rabindranath Tagore y el persa Omar Al-Khayyam.
Su rostro se dibujó de gozo cuando contó su anécdota con el Premio Nobel Pablo Neruda, a quien admiraba pero no le fue muy bien en su primer encuentro, y de su acercamiento en La Habana con otro poeta chileno, Nicanor Parra.
De lo último, dijo: “Con Nicanor construimos una bonita amistad. Platicamos y coincidíamos en que a pesar del gobierno represivo de (Augusto) Pinochet continúa en su país dando clases de matemáticas.
“Un día que nos dirigíamos a nuestros cuartos de un céntrico hotel de La Habana (Hotel Riviera, en el barrio de Vedado del municipio Plaza de la Revolución), Nicanor me confesó: ´No me lo tomes a mal Jaime pero no te conozco. Nunca he leído una sola línea de tú poesía. ¿Por qué no me regalas un libro?´”.
El poeta chiapaneco señaló que “de inmediato saque uno de los seis libros que había llevado y se lo entregué con gusto. Con la misma sinceridad le conteste: ´Yo tampoco te conozco Nicanor, me gustaría leer algo tuyo´”.
Recordó que el vate chileno le entregó tres pequeños libros, que se despidieron en el elevador y se dirigieron a sus habitaciones.
Adentro de ella Sabines empezó a leer, en forma cronológica, los libros de poesía del chileno.
Confesó que desde las primeras páginas quedó atrapado. Lo leyó detenidamente y al pasar la última página –expuso- suspiró: “¡Qué buen poeta es este Nicanor!”.
Lo mismo hizo con el segundo y el tercer libro. Se los bebió embelesado y confesó que apenas terminó dio un salto en la cama. “Chingón, qué poeta es este hombre, es un grande!”, dijo y a continuación salió de su cuarto en dirección de de la Parra. “Tengo que felicitar a este gran poeta”, narró.
Refirió que apenas había pasado unos cuantos cuartos cuando divisó la diminuta figura de Nicanor.
Que se encontraron los dos a mitad del pasillo. Se abrazaron, y que él le dijo: “Deja abrazarte, quería abrazar a este gran poeta”.
Según rememoró, palabras parecidas le había dicho también el andino y añadió que estuvieron abrazados un rato, que se rieron y a partir de allí se formó una gran amistad.
Durante la entrevista, Sabines afirmó que viajó a tres países que le marcaron, Cuba, Bulgaria y China, de los cuales el último era el que más admiraba. “Es un país alegre que trabaja a un ritmo acelerado. Antes los chinos eran servidumbre de los reyes, ahora son la servidumbre de ellos mismos, el pueblo”.
El poeta ya veía venir el poder de la China comunista. “Nadie se ha fijado en los chinos. Son fenomenales. El Japón le va a romper la madre a Estados Unidos, en cuanto a tecnologías se refiere, pero China se está convirtiendo en el espíritu del mundo. La China es la opción, será el país que dominará al mundo”.
Comentó que en la capital cubana también conoció al que llamó el poeta de la mariguana, Allen Ginsberg (EU), a quien el gobierno cubano le pidió que abandonara el país porque andaba repartiendo la hierba.
Mientras platicaba todo esto, Eliane Cassorla no paró de tomar imágenes, cambiar de rollo y seguir su tarea. Algunas fotografías realizadas ese día le han dado la vuelta al mundo y formaron parte de una exposición mítica titulada “Adiós a Yuria”.
Extraído de: A
En el verano de 1987 aceptó una conversación larga en su rancho de Yuria, gracias a que la fotógrafa francesa Eliane Cassorla le pidió aceptara una sesión fotográfica en su pequeño rancho de Yuria, localizado a pocos kilómetros del Parque Nacional Lagos de Montebello, en el estado de Chiapas.
Cassorla tenía un gran interés en registrar fotográficamente al poeta en el rancho cuyo nombre era conocido más allá de las fronteras de México. Le había planteado a Sabines una larga jornada fotográfica en la que se tuviera como escenario los diferentes rincones de Yuria.
El poeta no vaciló y aceptó con gusto la propuesta de la fotógrafa.
La respuesta positiva de don Jaime extrañó a muchas personas, incluidos algunos familiares, que lo conocían con gran certeza y sabían de sus cotidianas huidas y rechazos a las sesiones fotográficas.
Pocos sabían que al poeta y la fotógrafa tenían una relación de amistad casi de padre a hija. Cassorla cubrió como reportera gráfica todo el gobierno de Juan Sabines Gutiérrez, con quien también sostuvo una relación muy cercana. En fin, la artista de la lente mantuvo cercanía con los hermanos Sabines.
Muchos de la familia se sorprendían de que el poeta aceptará una sesión fotográfica en momentos en que su dolor era intenso por la muerte del hermano mayor de los Sabines, y Yuria se había convertido en su refugio de un aislamiento voluntario para reflexionar y digerir la pérdida de su hermano Juan Sabines Gutiérrez (fallecido el 2 de marzo de 1987).
La poesía, el ajedrez y Yuria
El poeta tenía varios días viviendo su soledad y jugando con su ajedrez portátil. Era un apasionado del “deporte ciencia”.
“Pero el ajedrez es enorme, profundamente bello. Ha sido definido como un deporte, como una ciencia y como arte. A mí me atrae el arte que hay en el ajedrez: la sorpresa artística, la belleza interna del juego, las múltiples posiciones bellas que se suceden en una partida”, solía explicar.
Por esos días se le veía cansado. Tenía un rostro que delataba noches de insomnio.
Era septiembre de 1987. La fotógrafa estaba feliz porque lograba uno de sus sueños: plasmar el hábitat del poeta Jaime Sabines en todos los rincones de Yuria.
Eliane tomó su cámara y se la colgó al cuello. Cuando don Jaime vio que ella se preparaba para iniciar la sesión de inmediato le susurro: “Acepté que hagas la sesión fotográfica. Sólo te pido que no se refleje mi situación física”.
Cassorla respondió: “¡Desde luego que no!”, y de inmediato empezó a disparar.
Al mismo tiempo, el poeta se entregó a la entrevista, la fotógrafa francesa apretaba una y otra vez el obturador de su cámara. El poeta habló de tantos temas, anécdotas y recuerdos que fue una tarde abrumadora.
Inició por decir cuáles fueron los poetas que lo influyeron en su obra: el alemán Johann Wolfgang von Goethe, el indio Rabindranath Tagore y el persa Omar Al-Khayyam.
Su rostro se dibujó de gozo cuando contó su anécdota con el Premio Nobel Pablo Neruda, a quien admiraba pero no le fue muy bien en su primer encuentro, y de su acercamiento en La Habana con otro poeta chileno, Nicanor Parra.
De lo último, dijo: “Con Nicanor construimos una bonita amistad. Platicamos y coincidíamos en que a pesar del gobierno represivo de (Augusto) Pinochet continúa en su país dando clases de matemáticas.
“Un día que nos dirigíamos a nuestros cuartos de un céntrico hotel de La Habana (Hotel Riviera, en el barrio de Vedado del municipio Plaza de la Revolución), Nicanor me confesó: ´No me lo tomes a mal Jaime pero no te conozco. Nunca he leído una sola línea de tú poesía. ¿Por qué no me regalas un libro?´”.
El poeta chiapaneco señaló que “de inmediato saque uno de los seis libros que había llevado y se lo entregué con gusto. Con la misma sinceridad le conteste: ´Yo tampoco te conozco Nicanor, me gustaría leer algo tuyo´”.
Recordó que el vate chileno le entregó tres pequeños libros, que se despidieron en el elevador y se dirigieron a sus habitaciones.
Adentro de ella Sabines empezó a leer, en forma cronológica, los libros de poesía del chileno.
Confesó que desde las primeras páginas quedó atrapado. Lo leyó detenidamente y al pasar la última página –expuso- suspiró: “¡Qué buen poeta es este Nicanor!”.
Lo mismo hizo con el segundo y el tercer libro. Se los bebió embelesado y confesó que apenas terminó dio un salto en la cama. “Chingón, qué poeta es este hombre, es un grande!”, dijo y a continuación salió de su cuarto en dirección de de la Parra. “Tengo que felicitar a este gran poeta”, narró.
Refirió que apenas había pasado unos cuantos cuartos cuando divisó la diminuta figura de Nicanor.
Que se encontraron los dos a mitad del pasillo. Se abrazaron, y que él le dijo: “Deja abrazarte, quería abrazar a este gran poeta”.
Según rememoró, palabras parecidas le había dicho también el andino y añadió que estuvieron abrazados un rato, que se rieron y a partir de allí se formó una gran amistad.
Durante la entrevista, Sabines afirmó que viajó a tres países que le marcaron, Cuba, Bulgaria y China, de los cuales el último era el que más admiraba. “Es un país alegre que trabaja a un ritmo acelerado. Antes los chinos eran servidumbre de los reyes, ahora son la servidumbre de ellos mismos, el pueblo”.
El poeta ya veía venir el poder de la China comunista. “Nadie se ha fijado en los chinos. Son fenomenales. El Japón le va a romper la madre a Estados Unidos, en cuanto a tecnologías se refiere, pero China se está convirtiendo en el espíritu del mundo. La China es la opción, será el país que dominará al mundo”.
Comentó que en la capital cubana también conoció al que llamó el poeta de la mariguana, Allen Ginsberg (EU), a quien el gobierno cubano le pidió que abandonara el país porque andaba repartiendo la hierba.
Mientras platicaba todo esto, Eliane Cassorla no paró de tomar imágenes, cambiar de rollo y seguir su tarea. Algunas fotografías realizadas ese día le han dado la vuelta al mundo y formaron parte de una exposición mítica titulada “Adiós a Yuria”.
Extraído de: A
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