Notas de Viaje por América Latina: Ernesto “Che” Guevara






Ernesto Guevara de la Serna nació el 14 de junio de 1928 en Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina. En 1951 tenía 23 años y estaba a punto de terminar la carrera de medicina, pero a finales del año decidió con su amigo Alberto Granado (bioquímico, de 30 años) ir de viaje a Norteamérica:

“Por los caminos de ensueño llegamos a remotos paises, navegamos por los mares tropicales y visitamos toda el Asia. Y de pronto, deslizada al pasar como una parte de nuestros sueños surgió la pregunta: ‘Y si nos vamos a Norteamérica?’ ¿A Norteamérica? ¿Cómo? Con la Poderosa, hombre.” La Poderosa era la moto de Alberto, con la cual llegaron hasta cierta parte de Chile.



El libro comienza con las siguientes palabras: “No es este el relato de hazañas impresionantes, no es tampoco meramente un relato ‘un poco cínico’; no quiere serlo, por lo menos. Es un trozo de dos vidas tomadas en un momento en que cursaron juntas un determinado trecho, con identidad de aspiraciones y conjunción de ensueños.”

Me encantó descubrir al verdadero Che, sus pensamientos, y ver qué fue lo que lo inspiró e impulsó a convertirse en quien fue. También me gustó descubrir su gran aptitud para la escritura, lo hace de un modo poético y hermoso. Este primer viaje definitivamente lo transformó, él salió de Buenos Aires siendo una persona, y volvió siendo otra. Él mismo así lo afirmó: “El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina, el que las ordena y pule, yo, no soy yo, por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra “Mayúscula América” me ha cambiado más de lo que creí.”

Lo más llamativo de este libro es el amor que se despierta en el Che hacia los más necesitados. Su viaje hizo que se cruzara con personas de diferentes clases sociales, diferentes estilos de vida, y no podía evitar sentirse mal al ver tanta gente viviendo en la pobreza extrema. Cuando estaba en Chile, fue a visitar a una ‘vieja asmática’. De esa visita él dijo:

“Es que la adaptación al medio hace que en las familias pobres el miembro de ellas incapacitado para ganarse el sustento se vea rodeado de una atmósfera de acritud apenas disimulada; en ese momento se deja de ser padre, madre o hermano para convertirse en un factor negativo de la lucha por la vida y como tal, objeto del rencor de la comunidad sana que le echa su enfermedad como si fuera un insulto personal a los que deben mantenerlo. Allí, en estos últimos momentos de gente cuyo horizonte más lejano fue siempre el día de mañana, es donde se capta la profunda tragedia que encierra la vida del proletariado de todo el mundo; hay en esos ojos moribundos un sumiso pedido de disculpas y también, muchas veces, un desesperado pedido de consuelo que se pierde en el vacío, como se perderá pronto su cuerpo en la magnitud del misterio que nos rodea. Hasta cuándo seguirá este orden de cosas basado en un absurdo sentido de casta es algo que no está en mí contestar pero es hora de que los gobernantes dediquen menos tiempo a la propaganda de sus bondades como régimen y más dinero, muchísimo más dinero, a solventar obras de utilidad social.”

Esa es la primera anécdota registrada en el libro, en la que él habló sobre el proletariado y la injusticia social. Luego se dirigieron en barco hasta Antofagasta, ciudad del norte de Chile. El Che escribió, sobre las noches en el barco:

“Mirábamos el mar inmenso, lleno de reflejos verdiblancos, los dos juntos, apoyados en la borda, pero cada uno muy distante, volando en su propio avión hacia las estratosféricas regiones del ensueño. Allí comprendimos que nuestra vocación, nuestra verdadera vocación, era andar eternamente por los caminos y mares del mundo. Siempre curiosos; mirando todo lo que aparece ante nuestra vista. Olfateando todos los rincones, pero siempre tenues, sin clavar nuestras raíces en tierra alguna, ni quedarnos a averiguar el sustratum de algo; la periferia nos basta.”

Ya en el norte de Chile, en una de las tantas noches que pasaron a la intemperie, conocieron a un matrimonio de obreros chilenos que eran comunistas.

“A la luz de una vela con que nos alumbrábamos para cebar el mate y comer un pedazo de pan y queso, las facciones contraídas del obrero ponían una nota misteriosa y trágica, en su idioma sencillo y expresivo contaba de sus tres meses de cárcel, de la mujer hambrienta que lo seguía con ejemplar lealtad, de sus hijos, dejados en la casa de un piadoso vecino, de su infructuoso peregrinar en busca de trabajo, de los compañeros misteriosamente desaparecidos, de los que se cuenta fueron fondeados en el mar. El matrimonio aterido, en la noche del desierto, acurrucado uno contra el otro, era una viva representación del proletariado de cualquier parte del mundo. No tenía ni una mísera manta con que taparse, de modo que le dimos una de las nuestras y en la otra nos arropamos como pudimos Alberto y yo. Fue esa una de las veces en que he pasado más frío, pero también, en la que me sentí un poco más hermanado con esta, para mí, extraña especie humana…

Luego describió el dificilísimo trabajo en las minas, y lo poco que recibían los obreros. Según lo que entiendo, ganaban demasiado poco (migajas que le permiten la subsistencia, según el Che) y el trabajo era demasiado riesgoso, peligroso y dañino para la salud. Iban a envenenar sus pulmones a cambio de unas migajas. A mí realmente me enoja tanta desigualdad social. Y aunque hayan pasado 60 años de aquel viaje del Che, la situación no ha cambiado mucho. La pobreza sigue existiendo, y la riqueza también. Me parece injusto que algunos tengan tanto y otros no tengan nada. Sé que el que tiene mucho trabajó para ganarlo (a no ser que lo haya robado), pero el pobre también trabaja. También se esfuerza pero aún así sigue ganando una miseria. Es injusto.

Su tiempo en Chile llegaba a su fin, por lo tanto, el Che escribió un resumen de todo lo que pudo observar. Concluyó que “como país, Chile ofrece posibilidades económicas a cualquier persona de buena voluntad que no pertenezca al proletariado, vale decir, que acompañe su trabajo de cierta dosis de cultura o preparación técnica.”

Después cruzaron a Perú, llegaron a Tacna (ciudad fronteriza con Arica, Chile), y como siempre, hubo gente que fue amable con ellos y les dio comida, transporte y techo gratis. Cabe destacar que ellos viajaban sin un solo centavo y dependían de la buena voluntad de la gente. Querían llegar a Puno para ver el Titicaca, pero hicieron varias paradas antes y viajaron con varias personas. Uno de esos trayectos lo hicieron en un camión lleno de indios aymaras, que ni hablaban bien castellano. Al llegar a uno de los tantos pueblitos en los que pararon, Ernesto hizo el siguiente comentario:

“Los personajes ataviados en la misma forma original que los del camión, están ahora en su escenario natural; visten un ponchito de lana ordinaria, de colores tristes, un pantalón ajustado que sólo llega a media pierna y unas ojotas de cáñamo o cubierta vieja de automóvil.” Luego añadió: “Es un pueblito viejo, apacible, donde la vida sigue los mismos cauces que tuviera varios siglos atrás. Su iglesia debe ser una joya arqueológica porque en ella además de su vejez se nota la conjunción del arte europeo importado con el espíritu del indio de esas tierras.

Sobre la actitud de las personas, escribió: “Sus miradas son mansas, casi temerosas y completamente indiferentes al mundo externo. Dan algunos la impresión de que viven porque eso es una costumbre que no se puede quitar de encima.

Como él y Alberto eran argentinos, tomaban mucho mate. Los indígenas no conocían el mate, así que se sorprendían al verlos tomándolo. “El espectáculo ofrecido por nosotros dos tomando el extraño brebaje debía parecerle a los indios tan interesante como ellos a nosotros con sus típicas vestimentas porque no dejaron un momento de acercarse a inquirir en su media lengua la razón que teníamos para echar el agua en ese raro artefacto.”

De camino a Puno se hicieron amigos de un maestro a quien el gobierno había dejado cesante por ser aprista (partido político APRA: Alianza Popular Revolucionaria Americana) y él les contó mil anécdotas y recuerdos. También habló de “la necesidad de crear escuelas que orienten al individuo dentro de la sociedad de la que forma parte y lo transforme en un ser útil, de la necesidad de cambiar todo el sistema actual de enseñanza que, en las pocas oportunidades en que educa completamente a un individuo (que lo educa según el criterio de hombre blanco), lo devuelve lleno de vergüenzas y rencores; inútil para servir a sus semejantes indios y con gran desventaja para luchar en una sociedad blanca que le es hostil y que no quiere recibirlo en su seno.”

Al llegar a Puno, quisieron conocer el lago Titicaca, por lo que subieron a un bote y un guía les contó sobre la vida de los pescadores que allí habitaban, “algunos de los cuales apenas han visto un blanco en su vida, y viven apegados a sus costumbres ancestrales, comiendo los mismos artículos, recogiendo la misma pesca en la misma forma que hace quinientos años y manteniendo inmaculados sus trajes, ritos y tradiciones.”

De ahí partieron hacia Cusco (anteriormente se escribía con ‘z’ pero hace un tiempo adoptaron la ‘s’ en su lugar), para llegar hasta allá tuvieron que hacer un trasbordo en Juliaca (me causó gracia encontrar el nombre de esa ciudad en el libro porque yo también pasé por esa ciudad yendo de Cusco a Arequipa, y sentía que estaba en el medio de la nada). A continuación voy a transcribir mucho de lo que el Che dijo de Cusco, porque quiero aprovechar esta entrada para compartir lo que él percibió, ya que yo estoy de acuerdo. Es largo así que disfruten la lectura, o no. Como quieran. Por fin llegaron a Cusco, y esto es lo primero que el Che dijo sobre la ciudad:

“La palabra que cuadra como definición del Cuzco es evocación. Un impalpable polvo de otras eras sedimenta entre sus calles, levantándose en disturbios de lagunas fangosas cuando se holla su sustratum.”

“Hay un Cuzco que se ve desde lo alto (…): el de los techos de tejas coloradas cuya suave uniformidad es rota por la cúpula de una iglesia barroca, y que en descenso nos muestra sólo sus calles estrechas con la vestimenta típica de sus habitantes (…) ; es el que invita a ser turista desganado, a pasar superficialmente sobre él.”

“Cuzco está completamente rodeado de cerros que constituyen, más que una defensa, un peligro para sus pobladores, los que para defenderse, construyeron la mole inmensa de Sacsayhuamán. Por lo menos, esta es la versión que corre entre el público no muy lego, versión con la que no me es dado disentir por obvias razones.”

Sobre los incas, escribió:

“Los continuos éxitos guerreros alejaron cada vez más a las tribus enemigas de las proximidades del Cuzco y entonces, saliendo del seguro recinto de la fortaleza, que era estrecha para contener la multiplicada raza, se expandieron por el valle vecino, al pie del arroyo de cuyas aguas se servirían, y al tener conciencia de su actual grandeza volvieron sus ojos al pasado en busca de la explicación de su superioridad y, para glorificar la memoria del dios cuya omnipotencia les permitió erigirse en raza dominante, surgieron los templos y la casta sacerdotal, y así expandiendo en piedra sus grandezas fue levantándose el imponente Cuzco de la época de la conquista española.”

Los españoles construyeron sus catedrales sobre las ruinas de los templos de los propios incas. Eso me causa cierta tristeza.

“Los templos de Inti cayeron hasta sus cimientos o sus paredes sirvieron para el asiento de las iglesias de la nueva religión: la catedral se erigió sobre los restos de un gran palacio y sobre los muros del templo del Sol se levantaron los de la iglesia de Santo Domingo, escarmiento y reto del conquistador orgulloso.”

“Las piedras grises se han cansado de implorar la destrucción de la aborrecida raza conquistadora a sus dioses tutelares, y ahora muestran su cansancio de cosa inanimada, útil sólo para provocar la admirativa exclamación de algún turista. ¿Qué puede la paciente acción de los indios que construyeron el palacio del Inca Roca, labrando sutilmente los ángulos de la piedra, frente a la impetuosa acción del conquistador blanco que conoce el ladrillo, la bóveda y el arco de medio punto?”

“El indio angustiado, cuando esperaba la terrible venganza de sus dioses, vio en cambio erigirse la nube de iglesias que ahogaron hasta la posibilidad de un recuerdo altivo. Los seis metros del palacio del Inca Roca, que los conquistadores consideraron útil como cimiento de los palacios coloniales, resumen entre la perfecta conjunción de sus piedras el llanto de guerrero vencido.”

Sobre el Machu Picchu, dijo lo siguiente:

“Pero el punto cuya importancia arqueológica y turística supera a todos lo de la región es Machu Picchu, que en lengua indígena significa cerro viejo, … para Bingham, el arqueólogo descubridor de las ruinas, más que un refugio contra los invasores, este fue el poblado origen de la dominante raza quechua y lugar sagrado para ellos.”

“Pero donde adquiere magnitud imponente la ciudad, es vista desde Huayna Picchu (cerro joven), que se eleva unos doscientos metros más alto.”

“Poco importa, en realidad, cual fuera el origen primitivo de la ciudad o en todo caso, es bueno dejar su discusión para arqueólogos, lo cierto, lo importante, es que nos encontramos aquí frente a una pura expresión de la civilización indígena más poderosa de América, … plena de inmensos tesoros de evocación entre sus muros muertos de aburrimiento de no ser, y en el paisaje estupendo que lo circunda y le da el marco necesario para extasiar al soñador que vaga porque sí entre sus ruinas, o al turista norteamericano que, cargado de practicidad, encaja los exponentes de la tribu degenerada que puede ver en el viaje, entre los muros otrora vivos y desconoce la distancia moral que las separa, porque son sutilezas que sólo el espíritu semindígena del americano del sur puede apreciar.

“Sobre la pequeña talla de los nativos agrupados al paso de la columna, emerge, de vez en cuando, la rubia cabeza de un norteamericano que, con su máquina fotográfica y su camisa sport parece (y en realidad lo es), un corresponsal de otro mundo en este apartado de los Incas.”

Luego, vuelve a hablar de la ciudad de Cusco, pero esta vez habla de su declive:

“Poco a poco el Cuzco languideció y fue quedando al margen, perdido entre las cordilleras mientras su nueva rival, Lima, … emergía en la costa del Pacífico. Sin que ningún cataclismo marcara su transición, la brillante capital Inca pasó a ser lo que hoy es, una reliquia de tiempos idos. Recién ahora, alguna que otra construcción moderna se alza para desentonar con el conjunto edilicio, pero todos los monumentos del esplendor colonial se mantienen intactos.”

“Toda la ciudad es un muestrario inmenso: las iglesias, por supuesto, pero hasta cada casa, cada balcón asomado en una calle cualquiera, es un instrumento de evocación de un tiempo ido.”

“En Cuzco no hay que ir a mirar tal o cual obra de arte: ella entera es la que da la impresión sosegada, aunque a veces un poco inquietante, de una civilización que ha muerto.”

Por un momento dejó de hablar de Cusco, y pasó a hablar de un viaje en tren. No está muy claro pero según entiendo, es del viaje desde Machu Picchu hasta Cusco (están como a 3 horas de distancia), pero a ellos -en esa época- les tomó 12.

“En este tipo de trenes hay una tercera clase destinada a los indios de la región; el vagón de que se valen es uno simple de transportar ganado de la Argentina, sólo que es mucho más agradable el olor a excremento de vaca, que el de su similar humano, y el concepto, un tanto animal que del pudor y la higiene tienen los indígenas hace que estos hagan sus necesidades (sin consideración de sexos o edades), al lado del camino, se limpien con las polleras las mujeres y con nada los hombres y sigan como si tal cosa. … Naturalmente que de las condiciones de vida de estos indios, los turistas que viajan en sus cómodos autovías, no tendrán sino una vaga idea. El hecho que fuera el arqueólogo americano Bingham el que descubriera las ruinas y expusiera luego sus conocimientos en relatos de considerable valor anecdótico – fácilmente asequible al público medio -, hace que este lugar tenga una enorme fama en el país del norte, a tal punto que la mayoría de los americanos que están en el Perú lo conoce (en general vuelan directamente de Lima, recorren Cuzco, visitan las ruinas y se vuelven, sin dar importancia a nada más).”

Luego mencionó sus impresiones del museo arqueológico de Cusco:

“El museo arqueológico del Cuzco es bastante pobre: cuando las autoridades abrieron los ojos sobre el monto de la riqueza que se escapaba hacia otros sitios, ya era tarde; los buscadores de tesoros, los turistas, los arqueólogos extranjeros, en fin, cualquier persona con algún interés en el problema, habían saqueado sistemáticamente la región y lo que se podía agrupar en un museo era lo que allí está; casi, casi, el desecho. Sin embargo, para personas como nosotros, sin mayor cultura arqueológica, sin conocimientos sino muy recientes y embarullados de la civilización incaica, había allí bastante que ver, y lo vimos, durante varios días. El encargado era un mestizo con mucha ciencia y un entusiasmo arrebatador por la raza cuya sangre llevaba. Él nos hablaba del esplendor pasado y de la miseria actual, de la necesidad imperiosa de educar al indígena, como primer paso hacia una rehabilitación total. … que los individuos a esta raza pertenecientes se muestren orgullosos, mirando su pasado, y no avergonzados … de ser integrantes de la comunidad indígena o mestiza. … Las facciones semiindígenas del encargado y sus ojos brillantes de entusiasmo y de fe en el porvenir, es otra de las piezas del museo, pero de un museo vivo, mostrando una raza que aún lucha por su individualidad.”

De Cusco, partieron hacia el norte, pues querían llegar al leprosario de Huambo. Fue un viaje que duró varios días, pues paraban en varios pueblos y tuvieron que esperar hasta conseguir alguna manera para continuar su viaje. Cuando al fin llegaron, observaron las instalaciones y el Che escribió lo siguiente:

“La gente que está a cargo de él cumple una labor cálida y benéfica; el estado general es desastroso, … Las condiciones sanitarias son terribles, y esto, que a los indios de la montaña no les produce ningún efecto, a personas venidas de otro medio, aunque sea levemente más culto, las desazona enormemente y de pensar que tendrán que pasar toda su vida entre esas cuatro paredes de adobe, rodeados de gente que habla otro idioma y cuatro sanitarios a quienes ven un rato en todo el día, se produce un colapso psíquico.” Triste e injusto.

Dos días después, abandonaron el lugar y continuaron su viaje. En una de las paradas, pasó algo digno de ser mencionado:

“Alberto había reaccionado violentamente al ver cómo uno de los soldados de guardia había ultrajado a una india que llevaba la comida a su marido preso, y esa reacción hubo de parecer completamente extemporánea a quienes consideraban a los indios como cosas sólo dignas de dejar que vivieran.Otra vez, qué triste.



Después de mucho viajar llegaron a Ayacucho, y ahí se hospedaron en la casa de un señor “cuyo hobby era coleccionar amigos extranjeros”. Dijo Ernesto que “sólo pudimos visitar una que otra de las treinta y tres iglesias que tiene el pueblo.” Cabe recalcar que tanto el Che como Alberto viajaban sin dinero (o con muy poco) así que dormían donde conseguían un lugar gratis y comían cuando algunas personas se apiadaban de ellos y les ofrecían algo que comer. El Che cuenta que una vez, “después de las acostumbradas lloradas, un señor nos regaló unos choclos y otro un corazón de vaca y unos bofes.” Tuvieron que esperar mucho tiempo para poder preparar la comida que les dieron, debido a que debían continuar su viaje, así que el hambre (más el frío) les causaba una gran molestia:

“Tiritábamos juntos, Alberto y yo, extendiendo las piernas uno sobre otro para evitar que se acalambraran a fuerza de estar en el mismo sitio. Nuestra hambre era una cosa extraña que no teníamos en ningún lado y en todo el cuerpo y que nos desasosegaba y nos malhumoraba.”

En algunas ocasiones, utilizaban su “magnífico número del aniversario” (el cual me parece extremadamente ingenioso y chistoso) para conseguir algo de comida. Presten atención, es como sigue:

“Se dice fuerte una frase definitoria, por ejemplo: ‘Che, por qué no te apurás y te dejás de pavadas.’ El candidato cae e inmediatamente interroga sobre la procedencia; se inicia la conversación. Se empiezan a contar las dificultades con suavidad, con la vista perdida en la lejanía. Intervengo yo y pregunto la fecha, alguno la dice; Alberto suspira y dice ‘Fijáte qué casualidad, justo hoy hace un año.’ El candidato pregunta, un año de qué, se le responde que de haber iniciado el viaje. Alberto, mucho más caradura que yo, lanza un suspiro terrible y dice: ‘Lástima que en estas condiciones, si no lo podríamos festejar’ (esto me lo dice como confidencialmente a mí), el candidato se ofrece enseguida y nosotros nos hacemos los estrechos un rato diciéndole que no podemos corresponderle, etc., hasta que aceptamos. Después de la primera copa yo me niego terminantemente a aceptar más trago y Alberto me hace burla. El convidante se enoja e insiste, yo me niego sin dar razones. El hombre insiste y entonces yo, con mucha vergüenza, le confieso que en la Argentina la costumbre es tomar comiendo. La cantidad de comida ya depende de la cara del cliente, pero esta es una técnica depurada.” Me encanta, cuánta creatividad y ‘viveza’!

En otra ocasión, tenían tanta hambre que “decidimos arrojar la poca vergüenza que nos restaba en cualquier lugar apropiado y enderezamos para el hospital. Esta vez a Alberto le entró una timidez extraña y yo tuve que llevar la voz cantante en la siguiente diplomática alocución: – Doctor – había un médico allí – yo soy estudiante de Medicina, mi compañero es bioquímico; los dos somos argentinos y tenemos hambre. Queremos comer. Atacado tan sorpresivamente de frente, el pobre médico no atinó sino a dar una orden para que nos dieran de comer en la fonda donde lo hacía él; fuimos inclementes.” Bien hecho, Che!

Al final llegaron a Lima, la capital peruana. Sobre ella, el Che opinó:

“Lima es una bonita ciudad que ya enterró sus pasados coloniales (por lo menos después de ver el Cuzco) tras casas nuevas. … La parte de Lima que tiene valor anecdótico está en el centro de la ciudad y rodea a su magnífica catedral, tan diferente a esa mole pesada del Cuzco, donde los conquistadores plasmaron el sentido toscamente monumental de su propia grandeza. Aquí el arte se ha estilizado, casi diría afeminado algo; sus torres son altas, esbeltas.

Luego viajaron en barco hasta Ucayali, donde se encontraba San Pablo, otro leprosario. Justo llegó el cumpleaños del Che y lo festejó ahí.

“El día sábado 14 de junio de 1952, yo, fulano, exiguo, cumplí 24 años, vísperas del trascendental cuarto de siglo, bodas de plata con la vida, que no me ha tratado tan mal, después de todo.” Por la noche, los empleados del lugar lo agasajaron con abundante comida y con el licor nacional, el pisco. En ese momento el Che dio uno de sus discursos más bellos y significativos (esta es la mejor parte):

“Creemos, y después de este viaje más firmemente que antes, que la división de América en nacionalidades inciertas e ilusorias es completamente ficticia. Constituimos una sola raza mestiza que desde México hasta el estrecho de Magallanes presenta notables similitudes etnográficas. Por eso, tratando de quitarme toda carga de provincianismos exiguos, brindo por Perú y por América Unida.” HER-MO-SO.

De ahí partieron a Colombia, en una balsa que algunas personas del leprosario construyeron para El Che y Alberto. Le pusieron nombre, “Mambo-Tango”, supuestamente representando la unión entre ambos paises (Perú y Argentina). En el leprosario se ganaron el aprecio de todos. Una vez, hasta recibieron una serenata:

“Por la noche, una comisión de enfermos de la colonia vino a darnos una serenata homenaje, en la que abundó la música autóctona cantada por un ciego; la orquesta la integraban un flautista, un guitarrero y un bandoneonista que no tenía casi dedos, del lado sano lo ayudaban con un saxofón, una guitarra y un chillador. Después vino la parte discursiva en donde cuatro enfermos por turno elaboraron como pudieron sus discursos, a los tropezones; uno de ellos desesperado porque no podía seguir adelante acabó con un: ‘tres hurras para los doctores’. Después Alberto agradeció … , diciendo que frente a las bellezas naturales del Perú no había comparación con la belleza emocional de ese momento, que lo había tocado tan hondo que no podía hablar y ¿sólo puedo’, dijo abriendo los brazos con gesto y entonación peroniana, ‘dar las gracias a todos ustedes.’ “



El Che y Alberto no tuvieron problema en ir a la zona de los enfermos y pasar tiempo con ellos, incluso jugaron fútbol juntos. Se hicieron querer. Así que cuando partieron rumbo a Colombia, tanto enfermos como personal del leprosario les obsequiaron mucha, muchísima comida para subsistir durante su viaje en el Amazonas. Luego de varios días en la balsa, Llegaron a la ciudad de Leticia, en Colombia y para ganar algo de dinero trabajaron como entrenadores de fútbol. Poco después, partieron hacia Caracas, Venezuela.

No hay detalles de donde ocurrió lo siguiente (supongo que en Venezuela), pero no puedo dejar de compartir esta parte. No está especificado pero yo imagino que habrá sido en un bar, estaba el Che y de repente comenzó a hablar un hombre europeo. “Era un tipo interesante nuestro interlocutor: desde joven huído de un país de Europa para escapar al cuchillo dogmatizante, conocía el sabor del miedo.” Este hombre dijo lo siguiente:

“El porvenir es del pueblo y poco a poco o de golpe va a conquistar el poder aquí y en toda la tierra. Lo malo es que él tiene que civilizarse y eso no se puede hacer antes sino después de tomarlo. Se civilizará sólo aprendiendo a costa de sus propios errores que serán muy graves, que costarán muchas vidas inocentes. O tal vez no, tal vez no sean inocentes porque cometerán el enorme pecado contra natura que significa carecer de capacidad de adaptación. Todos ellos, todos los inadaptados, usted y yo, por ejemplo, morirán maldiciendo el poder que contribuyeron a crear con sacrificio, a veces enorme. … usted morirá con el puño cerrado y la mandíbula tensa, en perfecta demostración de odio y combate, porque no es un símbolo, usted es un auténtico integrante de la sociedad que se derrumba; … es tan útil como yo, pero desconoce la utilidad del aporte que hace a la sociedad que lo sacrifica.”

Sobre lo que aquel europeo le había dicho, el Che concluyó lo siguiente:

“… en el momento en que el gran espíritu rector dé el tajo enorme que divida toda la humanidad en dos fracciones antagónicas, estaré con el pueblo, y sé -porque lo veo impreso en la noche- que yo, el ecléctico disector de doctrinas y psicoanalista de dogmas, aullando como poseído, asaltaré las barricadas o trincheras, teñiré en sangre mi arma y, loco de furia, degollaré a cuanto vencido caiga entre mis manos. … Ya siento mis narices dilatadas, saboreando el acre olor de pólvora y de sangre, de muerte enemiga; ya crispo mi cuerpo, listo a la pelea y preparo mi ser como un sagrado recinto para que en él resuene con vibraciones nuevas y nuevas esperanzas el aullido bestial del proletariado triunfante.”

No apoyo la violencia ni el derramamiento de sangre, pero admiro al Che por su amor desmedido hacia los menos afortunados. Creo que me toca aún más, considerando que yo no pertenezco a una familia de clase alta, y aunque nunca me faltó comida ni un techo sobre mi cabeza, sé lo que significa la necesidad. Y honestamente, me molesta un poco ver como muchas personas se la pasan viajando, comprando casas y autos lujosos, y uno, que también está trabajando, deberá hacerlo por muchos años más para poder acceder a mayores posesiones. Está claro que lo material no es todo en la vida, pero lastimosamente el simple hecho de tener más, muchas veces significa saber más. Generalmente la pobreza viene de la mano de la ignorancia, y la riqueza de la mano del [acceso al] conocimiento. Me duele ver las consecuencias de la pobreza en la sociedad. En mi país (Paraguay), el gobierno debería invertir más, mucho más, en educación. La educación es la puerta a un mejor porvenir. Ojalá los políticos dejen de preocuparse solamente por ellos mismos, y piensen un poquito en el pueblo.

Alberto Granado consiguió un trabajo en un leprosario, por lo que se quedó a vivir en Venezuela por unos años. El Che, sin embargo, tomó un vuelo de Caracas a Miami, y de ahí volvió a Buenos Aires para terminar su bendita carrera de medicina.

Este es el mapa del viaje. Comenzaron en Argentina, luego fueron al sur de Chile, luego al norte, cruzaron a Perú, después a Colombia, Venezuela, y el Che tomó un avión de Caracas a Miami, y de ahí a Buenos Aires.



En Iquique, Chile vi este mural y obviamente le tenía que sacar una foto


dice: “O nosotros somos capaces de destruir, con argumentos las ideas contrarias, o debemos dejar que se expresen, no es posible destruir ideas por la fuerza, porque esto bloquea cualquier desarrollo libre de la inteligencia.” – Che






Extraído de: http://amantedelalectura.wordpress.com/2012/06/02/diarios-de-motocicleta-notas-de-viaje-por-america-latina-ernesto-che-guevara/

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